Jair Bolsonaro logró un triunfo categórico en las presidenciales de Brasil y por un margen mucho mayor al previsto en las últimas encuestas. Con el 46,2% quedó a sólo cuatro puntos porcentuales de lograr la victoria en primera vuelta y deberá ir a un ballottage, que de no mediar un imprevisto, podrá ganar fácilmente.
El postulante del PT, Fernando Haddad, será su contrincante. Logró un 28,9% de los votos y quedó a algo más de 17 puntos del ex militar. Está claro que no logró capturar el apoyo que lograba hasta sólo tres semanas atrás el referente del espacio, Luis Inacio Lula Da Silva, que fue impedido de participar a causa de su condena a prisión.
Del resto, el único candidato que quedó bien parado fue el progresista Ciro Gomes que logró el 12,5% de las voluntades, aunque bien lejos de poder acceder a la segunda ronda.
Los demás fueron golpeados por el huracán Bolsonaro, sobre todo los espacios de centroderecha. El tucano Geraldo Alckmin apenas cosechó el 5% de los votos y tuvo para su partido, el PSDB, la peor elección de su historia. La fuga, evidentemente, se dirigió hacia la extrema derecha.
Para el oficialista MDB, en tanto, la elección fue una tortura. El candidato de Michel Temer, Henrique Meirelles, sumó sólo el 1%, aportando la derrota más impactante que se tenga memoria para un partido en el poder.
La otra gran derrotada de la jornada fue la postulante del ecologismo. Marina Silva quedó relegada a la octava posición, por detrás del bombero ultra religioso, Cabo Daciolo, con un caudal del 1%. Fue otro espacio que cedió sus votantes al triunfador de la jornada.
Es un voto antisistema que simplemente mudó de candidato, pero que claramente no tiene un norte ideológico.
Así, el próximo 28 de octubre habrá una segunda vuelta con aroma a cosa juzgada, aunque -por lo visto- en la política brasileña no es muy saludable hacer pronósticos tan taxativos.
El ex capitán del ejército logró triunfos contundentes en casi todos los distritos del país, pero se hizo muy fuerte en el sur y en las zonas urbanas más populosas de San Pablo y Rio de Janeiro.
El PT, en tanto, apenas logró mantener su apoyo en algunas regiones del Nordeste, aunque tuvo una pésima performance en el sur del país, en los grandes centros urbanos y en el estado de Acre -tierra de Marina Silva que votó en masa a Bolsonaro- y otros estados amazónicos .
Aún así, los partidarios de Haddad y Lula festejaron su ingreso al ballottage y confían que podrán revertir lo que en principio parece difícil.
Haddad deberá remontar el odio que una parte de la población siente hacia el partido que es sinnónimo de corrupción luego del escándalo del Lava Jato y de la crisis económica desatada en los últimos años.
Para eso tendrá como misión intentar convencer a muchos de que el PT dejó atrás la corrupción y que la clase media puede confiar en ellos nuevamente. Haddad "se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya", dijo André César, de la consultora Hold en Brasilia.
Tiene, además, la posibilidad de demostrarle a la población -en una pelea uno a uno- que el autoritarismo y el discurso discriminador de su rival son algo más serio de lo que parece y así debilitar un voto poco fidelizado.
Bolsonaro, por su parte, contó para lograr el triunfo con el apoyo decidido de muchos sectores importantes de la sociedad brasileña, como los ruralistas, la FIESP y las iglesias evangélicas. Y descuenta que los sufragios que se emitieron a Geraldo Alckmin (5%), Joao Amoedo (2,5%) y Cabo Daciolo (1%), con certeza no irán a parar a la bolsa de Haddad, con lo que el alcanza con que voten en blanco para acercarse al 50% que necesita para imponerse.
Párrafo aparte merece la performance del ex capitán del ejército entre los ciudadanos que votan en el exterior. Ganó con el 58% de los votos, a 40 puntos de distancia del segundo, Ciro Gomes y a casi 50 del tercero Fernando Haddad.
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