Charlamos con Soledad Osés, directora del colegio, quien nos contó que esta modalidad se implementó este año en el nivel secundario, dentro del Campus Barcala, un edificio que funciona como espacio de coworking y co-aprendizaje. “Cuando lo conocimos, sentimos que era el lugar ideal para llevar al máximo las metodologías que ya veníamos trabajando: flexibles, activas, centradas en el alumno”, explica.
Una escuela más parecida a un coworking que a una fábrica
Norbridge Mendoza sigue cumpliendo con los contenidos y horarios que exige el sistema educativo provincial, pero cambia radicalmente la manera de enseñar y aprender. “Las clases no se dictan en una pizarra frente a pupitres. Acá, cada estudiante tiene un rol dentro de su grupo, se aprende por proyectos, con recursos digitales, en un ambiente diseñado para el bienestar”, cuenta Osés.
En lugar de escritorios, hay mesas móviles que también son pizarras. Los docentes no tienen un escritorio fijo y se mueven por el espacio trabajando junto a los alumnos. Hay una “isla de infusiones” para que los chicos se sirvan algo mientras estudian, y en vez de timbre, los recreos empiezan y terminan con música.
El diseño del entorno rompe con la lógica industrial de la escuela tradicional, donde el timbre marcaba el ritmo como en una fábrica. Acá la experiencia apunta a lo contrario: menos producción en serie, más espacios para crear, colaborar y aprender en comunidad. Como si respondiera al viejo grito de Roger Waters: “We don’t need no education”, este modelo busca que la escuela deje de ser otro ladrillo en la pared.
Más allá de las materias: agrupamientos flexibles y habilidades para la vida
Aunque mantienen la currícula oficial y el mosaico horario habitual, el colegio implementa propuestas que rompen con la estructura tradicional: “Aplicamos el sistema ‘cross grain’, que junta alumnos de distintas edades según intereses comunes. Por ejemplo, un chico de cuarto grado puede ir a una clase de historia con alumnos de segundo año”.
El foco está puesto en el desarrollo de habilidades más que en la acumulación de contenidos. Por eso, las evaluaciones también son distintas: hay trabajos grupales, exposiciones, debates, y hasta actividades como “museo abierto”, donde los estudiantes cierran una unidad dentro de una experiencia real. El sistema de evaluación es formativo y continuo, como lo establece la normativa provincial.
Una experiencia que entusiasma
Con 115 alumnos de primero a quinto año, Norbridge Mendoza apuesta a que esta modalidad se expanda a otros niveles. Por ahora, la experiencia es más que positiva. “Pensamos que íbamos a tener muchas consultas de padres, pero no. Los invitamos a conocer el espacio y todos quedaron encantados”, cuenta Soledad.
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