El 11 de junio de 2014, la Legislatura de Córdoba aprobó la ley 13.428 que crea la Política Ambiental Provincial, más conocida como “Ley de Ambiente”. La normativa establece una serie de pautas para que las actividades productivas puedan desarrollarse y a su vez resguardar la diversidad biológica de la provincia. Es decir, cuidar mejor la naturaleza.
En ese escenario, el rol del consultor ambiental cobró una especial relevancia. Su figura se tornó indispensable para las empresas que quisieron ponerse en regla con la normativa. Estos profesionales asesoran sobre cómo gestionar mejor los residuos, tratar los efluentes y mitigar los riesgos que la actividad puede generar para el medio ambiente.
Pero mucho antes de la sanción de la ley, en Pilar –una localidad del departamento Río Segundo– dos hermanas forjaban a través del juego las profesiones que desarrollarían más tarde. Iban tejiendo lazos, vínculos indispensables para sostener la futura empresa familiar.
Un perfume con pétalos de rosa
La búsqueda de una vocación puede llevarnos por caminos impensados. Ya desde pequeñas, Karina y Lilian Scacchi solían jugar con lo que más les gustaba y allanaban así el camino que se abriría más tarde.
La debilidad de Karina siempre fueron los insectos: solía clasificarlos según su nombre científico.
Una vez descubrió que el perfume llevaba alcohol y no tuvo mejor idea que inventar su propia fragancia. Mezcló en esa sustancia un par de pétalos de rosa hasta que obtuvo su elixir. Si le pedían que eligiera un juguete, sin dudar escogería un microscopio.
Al cabo de unos años terminó estudiando ingeniería química en la Universidad Nacional de Córdoba.
También en el patio, su hermana Lilian andaba con una jeringa de acá para allá. Como quería ser bioquímica, sacaba el jugo a las naranjas de un solo pinchazo. Cuando se recibió, trabajó en laboratorios de análisis clínicos aunque esa actividad no le convencía del todo.
Después de probar en un par de clínicas y un hospital, se dio cuenta de que quería hacer otra cosa. Su hermana la convocó: Karina trabajaba entonces en una empresa de tratamientos de efluentes. Hacía poco se había casado, tenía dos hijas pequeñas y no quería destinar todo su tiempo en un solo lugar de trabajo. Lilian –que en ese entonces tenía 24 años– la reemplazaría.
“Acepté el trabajo, total tenía tiempo de decir que no. Era apenas una niña entrando con la mochilita en un mundo de varones. La recolección de residuos es un rubro netamente masculino”, recuerda Lilian.
Había que poner a punto una planta que trataba el agua con el que se limpiaban los camiones de basura. “Fue mi primer contacto con el agua sucia y ahí me di cuenta de que era lo mío. Yo quería saber todo sobre la recolección, qué hacían con los residuos, todo. Aunque tuvimos muchos problemas, juntas lo pudimos solucionar. Ahí fue cuando nos miramos con mi hermana y dijimos: de acá no nos separamos más”.
Mayor conciencia ambiental
Allá por 2007, Hugo –padre de Lilian y Kari– había abierto una consultora ambiental. Este ingeniero de trayectoria reconocida en la zona había trabajado en empresas de tratamientos de residuos y se había especializado en la materia. Ahora comenzaba a asesorar compañías, siendo uno de los pioneros en su actividad.
“Hace unos años no existía la conciencia ambiental que tenemos ahora –recuerda Karina–. Hoy tenemos más conocimientos, armamos composteras, reciclamos la basura. Pero creo que el verdadero cambio se va a dar con las próximas generaciones, cuando tengan más internalizados estos hábitos”.
Después de ganar experiencia en varias empresas de gestión de residuos, las hermanas decidieron dedicarse de lleno al emprendimiento paterno que pasó a llamarse “SCH Consultores Ambientales”. Se especializaron en ingeniería ambiental, Higiene y Seguridad y empresas sustentables. Juntas encontraron el complemento perfecto.
Tal como lo encontraste
En su rol como consultoras ambientales, deben acompañar a las empresas para que se adecúen a las normativas provinciales. “La licencia ambiental es indispensable para toda empresa nueva que se instala. Primero tienen que ver cómo estaba el lugar antes de que llegaran y, si se van, dejarlo en las mismas condiciones que estaba antes”, cuenta Karina.
Las hermanas ayudan a diseñar planes de gestión ambiental. Cómo tratar residuos –ya sean sólidos, urbanos, comunes o peligrosos– y qué destino se dará. En el caso de los efluentes, líquidos o gaseosos, también deben tratarse. Se analizan las emisiones que genera la actividad para que no impacten en el ambiente.
En el caso de los nuevos desarrollos inmobiliarios, desarrollan proyectos para loteos y subdivisiones con licencia ambiental.
En su experiencia, lo que más cuesta son las empresas familiares “que vienen haciendo lo mismo desde hace mucho tiempo”. Con tiempo y esfuerzo logran instalar la idea de que invertir dinero no sólo trae beneficios para el ambiente sino también económicos. “El concepto de economía circular nos enseña que lo que es un desecho para mí puede ser un recurso para otro”, agregan.
Todos para uno…
Llevar adelante una empresa familiar tiene sus desafíos. En el caso de SCH Consultores Ambientales (al igual que en otras tantas) fue ordenar las finanzas y las tareas administrativas. Sobre la marcha también fueron aprendiendo a diferenciar el tiempo libre del laboral, algo que cuesta mucho sostener, sobre todo en trabajos que apasionan.
Consultada sobre qué significado tiene para ella la familia, Lilian asegura que es contención, enseñanza y aprendizaje. Agradece a sus padres por haber sido sus mentores.
Después pensará unos instantes y contará emocionada: “Me siento tranquila haciendo lo que hago porque mi hermana está al lado mío. Ella es mi pierna derecha, con quien camino a la par y a eso no lo cambio por nada”.
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