Trayectoria sobre ruedas: una mirada a Paperino, la empresa familiar (de Río Segundo) con más de 30 años de éxito en el negocio de motos y autos

(Por Augusto Laros) Cómo sobrevivieron a tantas crisis económicas, sus comienzos y la segunda generación en marcha.

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En una industria competitiva y en constante evolución, hay una empresa familiar de venta de motos y autos que ha demostrado una resistencia excepcional a los vaivenes económicos del país. Se trata de Paperino, fundada en Río Segundo en 1991. La compañía se convirtió en un pilar de la comunidad y en referente en el mundo de los vehículos.

La firma, que iniciaron los hermanos Claudio (60) y Diego Grubich (54) hace 32 años, pero que ahora continúan también los hijos de ambos, supo mantener sus valores fundamentales: pasión, humildad, atención de calidad y credibilidad. A lo largo de las décadas, la empresa fue creciendo y expandiendo su oferta para satisfacer las cambiantes necesidades de sus clientes.

Los hermanos tienen una regla de oro, que quizás tenga mucho que ver con la prosperidad de la empresa: todo se resuelve por unanimidad. “Si uno de los dos no está convencido de algo, no lo hacemos”, señala Diego.

“Con mi hermano pensamos en un negocio de motos en Río Segundo, dado que no había. Y nos fue bien. A los pocos meses se abrió la importación (entonces Domingo Cavallo era el Ministro de Economía) y eso nos permitió traer motos de Estados Unidos. También vendíamos vehículos que se fabricaban en el país. Nos conocieron rápidamente”, cuentan.

Apenas unos meses antes habían tenido que pedir plata prestada para iniciar el negocio. 

Algunos años después compraron una propiedad. Y más tarde abrieron sucursales en Oncativo, Oliva y Alta Gracia. Actualmente funcionan en Pilar y Alta Gracia.

También añadieron venta de autos. Pero apareció un problema: el local de Paperino estaba en el centro de Río Segundo y los autos, dice el manual del comerciante,  se venden sobre la ruta. Entonces compraron un local en Pilar. “Siempre con fondos que nos daba el negocio”, aclara Claudio.

“La venta de autos nos costó al principio porque la gente nos vinculaba con las motos. Pero después de un tiempo empezaron a aparecer los primeros clientes. Algunos ya llevan más de 30 o 40 operaciones hechas con nosotros”, cuentan con satisfacción.

Claudio y Diego ven en ello un factor que los distinguió a lo largo de estos años: un fuerte enfoque en la satisfacción del cliente, basado en la atención personalizada y en el conocimiento de los productos.

Hace poco inauguraron un nuevo local. Durante más de tres décadas la venta de motos y autos convivieron en un mismo espacio, pero hace unos meses Paperino consiguió la concesión oficial de Honda y debieron abrir un local exclusivo para venta de motos. 

“Fue un requerimiento de Honda. No podíamos tener más la división motocicletas con autos u otras marcas de motos. También nos exigen venta de repuesto”, explica Claudio Grubich.

Cambios: cómo se vendía antes un auto y cómo es ahora

Uno de los grandes problemas de las empresas suele ser la resistencia al cambio. En ocasiones el éxito de los negocios suele estar marcado por la innovación. 

Cuando Paperino nació, hace más de 30 años, la venta de motos o autos dependía casi exclusivamente de concesionarios físicos, de anuncios en periódicos y, fundamentalmente, del boca en boca. Hoy en día la venta se digitalizó, con plataformas en línea, redes sociales o aplicaciones móviles.

“Las personas ahora pueden buscar, comparar y comprar en línea, acceder a información detallada y realizar operaciones sin necesidad de visitar la concesionaria. Y eso hicimos. Nos sumamos a esta tendencia”, dice Claudio.

Y añade que antes la venta era zonal. “Era imposible venderle a un cliente de otra provincia. Hoy un auto o un cuadriciclo tienen una cobertura nacional. Es frecuente que lleguen a Paperino clientes de otras provincias”, señala.

Tradición e innovación 

Diego y Claudio creen que están transitando sus últimos “kilómetros” en la empresa. “Viene el recambio, tan querido y temido”, dicen. 

Por eso desde hace algunos años se fueron sumando de a uno los hijos de ambos. Tres por parte de Claudio (Damaris, Milagros y Santiago) y dos por parte de Diego (María y Nicolás). Todos trabajan en Paperino.

Claudio afirma que la segunda generación le añadió a la empresa la dinámica de lo nuevo y la incorporación de la tecnología. “A mi hermano y a mí nos cuesta incorporar cosas nuevas, pero ellos nos convencen”, cuenta.

Milagros, la primera en sumarse al negocio, dice que actualizaron el sistema de ventas, que antes era más casero. También participaron en la nueva estética del lugar, más moderna y amable con los clientes. María suma que también implementaron nuevos métodos y el uso de redes sociales.

Pero hay algo que marca la diferencia entre los fundadores y la segunda generación. Y tiene que ver con la organización de la empresa. Claudio y Diego se ocuparon siempre de todo, tanto que en ocasiones superponían sus tareas. Sus hijos, en cambio, se asignaron funciones específicas. 

“Vinimos a poner orden”, dice Milagros en clave de humor. Su padre, que la mira fijo desde otro escritorio, sonríe y mueve la cabeza, asintiendo lo que comenta su hija. 

En un contexto de muchos desafíos y cambios vertiginosos, Paperino demuestra que el compromiso con la calidad, la pasión y la atención al cliente son elementos fundamentales para su longevidad y su éxito. Con más de 30 años en el mercado, esta empresa no solo celebra su historia, sino que también mira hacia el futuro con entusiasmo, confiada de que su legado perdurará por muchas generaciones más.

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