Una de las versiones cuenta que el rey de Francia, Luis XIV, realizó un concurso para que los diseñadores que participaran crearan un reloj con un error que sea imperceptible para él. Quien ganó fue un relojero que cambió el IV por un IIII. “Este episodio marcó un cambio disruptivo a la hora de escribir y leer este número, tradición que ayudó a que hoy concibamos miles de diseños de relojes”, nos explica Sebastián Cuenca, diseñador industrial y propietario de OPP Design.
Lo cierto es que los relojes pasaron de ser un objeto funcional a una pieza decorativa. “Antes venían en proporciones más grandes y a cuerda, luego comenzaron a incorporar pilas y hoy cuentan con un sistema de alimentación energética a pila de botón o –incluso- solar”, agrega Cuenca al tiempo que indica que la intención de ocultar el mecanismo de funcionamiento -“incluso las pilas”- radica en el objetivo de hacer de estos objetos piezas artísticas.
Así, se comenzó a jugar con la tradicional figura redondeada de la estructura del reloj para empezar a darle protagonismo a los números –o la ausencia de ellos-, las agujas y hasta el espacio y superficie en el que se los coloca.
“Uno ya no ve la hora como un hábito ordinario sino que los diseñadores han convertido esta experiencia en un proceso creativo que, en cierto casos, demanda concentración y atención por parte de los usuarios”, concluye Cuenca.
Diseño en un tic-tac
Los relojes son una pieza de decoración que, con los años, fue cambiando su morfología para así romper con los códigos habituales a la hora de leer la hora y convertir esta costumbre en una experiencia creativa que escapa a lo ordinario. Los modelos que podés conseguir, en nota completa.
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