Personalmente me siento más cómodo con iOS, tanto en tabletas como en celulares, pero a fuerza de masividad, todos terminando familiarizándonos con la lógica de Android.
Superada esa instancia, andar una semana con un S7 Edge en el bolsillo y un Gear S2 en la muñeca fue una experiencia espectacular.
La combinación de mejores CPU, GPU y 4GB de Ram logran lo imposible en otros equipos: dejar de pensar en perfomance simplemente para que todo corra y fluya al simple toque de un dedo.
La definición de la pantalla de 5,5 pulgadas (un poco grande para mi gusto personal) no sólo impresiona en fotos y videos: la gente que mira “de ojito” tu pantalla nota su calidad aún a más de un metro de distancia. Fotos de excelente calidad y batería de muy buen rendimiento. Hasta aquí un gran celular.
Pero lo mejor viene cuando te ponés un Gear S2 en la muñeca y el S7 empieza a dialogar con el reloj: notificaciones mucho menos intrusivas que podés chequear en un golpe de vista y responder, sean emails o Whatsapp (además de ver qué andan diciendo en tiempo real tus mejores amigos en las redes sociales, claro).
La tentación es empezar a probar múltiples widgets, pero con el correr de los días te vas quedando con los más “lógicos”: notificaciones, ¡hora, claro!, clima y agenda (debo admitir que no supe usar los mapas de Here e ignoro porque no usa los de Google Maps).
Notas de voz, aplicaciones para contar pasos, medir el pulso y muchas otras las usé superficialmente, pero resultaron fáciles de aprender y ejecutar. Ah, la batería del reloj se “banca” una jornada entera (no mucho más).
En síntesis, quedaron muchas funcionalidades por probar, pero el primer contacto con esta dupla, simplemente, enamora.
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