Cómo es la finca biodinámica (certificada)
Viñedos, bodega, pulpería, plantación y secadero de aromáticas, blends para infusiones. “Finca La Matilde hace todo eso. El diferencial es que estamos certificados como productores orgánicos y como productores biodinámicos, también”, resume Pablo Asef, titular del emprendimiento.
“La producción orgánica en sí se trata de producir alimentos libres de químicos: producción de compost propios, lixiviados de lombricompuestos, humus de lombriz, barreras de aromáticas y otras estrategias para combatir las plagas y demás”, comienza Asef en su descripción. “Y después ir tratando los suelos y nutriéndose con plantaciones de cebada, por ejemplo, que le da oxígeno y nitrógeno al suelo; así a lo largo de los años va mejorando toda la sanidad de las plantas”.
La biodinámica es una práctica que introdujo el austríaco Rudolf Steiner, precursor de la educación Waldorf, entre otro montón de cosas, que determinó la influencia lunar y astral sobre los seres vivos. Luego de muchos años de estudio y comprobación de esta influencia, se plasmó en un calendario de trabajo, clasificando la huerta según sus especies: si son de hoja, de raíz, de fruta o de flor. “Y así, en función de cada especie vegetal, poder hacer los trabajos en el momento más adecuado. ¿Cuándo plantar? ¿Cuándo trasplantar? ¿Cuándo podar? ¿Y en qué momento cosechar? Cuando estamos en una luna ascendente, que la planta mueve todos sus azúcares y su energía hacia arriba, es el momento en que, por ejemplo, cosechamos un tomate y vamos a obtener todo su potencial en un día fruta”, explica.
En ese marco funciona una bodega propia, donde producen 7 etiquetas y algunos premios. A Tim Atkins, el crítico número uno del mundo del vino, se le presentan dos vinos que obtuvieron altísimas puntuaciones: Los Vientos obtuvo 93 puntos (un corte de tintas) y Ladrón de Corazones (un 100% Malbec) obtuvo 94 puntos.
Una posada biodinámica, también
El hospedaje de Posada Rural La Matilde cuenta con 10 habitaciones, de las cuales hay 8 son clásicas y 2 habitaciones son superiores. “Las habitaciones son muy grandes, con 48 metros cuadrados las clásicas y 52 metros cuadrados las superiores”, describe.
“Decidimos seguir la misma filosofía y así fue que construimos una posada íntegramente en adobe siguiendo un lineamiento de lo que sería la bioarquitectura o arquitectura responsable, pero sobre todo utilizando materiales que no iban a degradar el medio ambiente”, justifica Pablo Asef. En toda la posada no se utilizó madera nueva. Las paredes son de adobe y todas las pinturas son orgánicas: las interiores hechas en base a proteína de leche y las pinturas exteriores hechas en base a baba de cactus.
Además, reciclan aguas grises, recolectan agua de lluvia y llevan adelante una serie de iniciativas que hoy les permiten certificar como “hoteles verdes”.
El restaurante merece un capítulo aparte. Está integrado a la posada, lo que les permite ofrecer a los turistas media pensión con desayuno y cena a la carta con tres pasos. Se abastece de una huerta propia.
Además, cuentan con una variedad de actividades “propias y ajenas”. “Digo propias como visitas guiadas, cabalgatas, visitas a la huerta, estamos armando un mariposario a cielo abierto con 20 variedades de mariposas autóctonas”, dice el titular. Y otras actividades como yoga, masajes, arquería y distintos circuitos de trekking.
Historia de La Matilde
Tres amigos de la infancia del barrio de Alta Córdoba son los socios en este negocio. En el año 2009 tuvieron la posibilidad de comprar 60 hectáreas en San Javier para empezar un emprendimiento, sobre todo, productivo. “Queríamos hacer producción orgánica. Era lo único que teníamos claro. Y después se fue moldeando lo que hoy es La Matilde, ¿no?, con el paso del tiempo. En el año 2015 ya habíamos plantado todo el viñedo, habíamos empezado a construir la bodega y ahí es donde nos abrimos al turismo en la temporada”, culmina Asef.
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