La claridad es la cortesía del filósofo, decía Ortega y Gasset y bien podría extrapolarse a los economistas. Una cortesía que Sturzenegger se esfuerza por mantener aun en los temas más intrincados.
De entrada, dejó un dato claro como el agua clara: en 1966 (año que él nació) Argentina era más rica que España. Es más, lo fue hasta 1975. Y hoy nos parece que nunca vamos a alcanzarla en su desarrollo.
Y otro dato contundente: en 1990, el 40% de la población mundial era pobre. Hoy eso ha bajado al 10%. En sentido inverso, Argentina tenía entonces 5% de pobres y hoy asciende al 42%.
Es claro que no estamos yendo por el buen camino, se deduce. Y en ese diagnóstico inicial Sturzenegger describe las tres batallas que enfrenta el gobierno de Milei, donde él colabora a cargo de la “Unidad Transitoria para la Desregulación de la Economía”.
Las tres batallas de Milei:
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La batalla cultural: consolidar, expandir y afianzar que el Estado no es el que te salva sino que su descomunal tamaño e ineficacia está en la base donde se asienta la decadencia argentina.
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La batalla macroeconómica: ahí el eje, el ancla que definió el gobierno es conseguir (primero) y mantener (ahora) el superávit fiscal.
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La batalla contra la casta: remover las regulaciones que impiden la libertad de los argentinos en innumerables ámbitos de su vida.
5 ejemplos de “verdades” que son mentira:
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Bajar el impuesto a las ganancias (de los asalariados) es bajar impuestos. Aunque suena a verdad -dice Sturzenegger- hacerlo como lo hizo Sergio Massa, sin bajar el gasto, un cambio de impuestos regresivo, sin baja alguna. Se dejó de cobrar el impuesto al 10/15% más acomodado de los asalariados y se le aumentó (vía emisión) el impuesto inflacionario con mayor incidencia en los más pobres.
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Cuando el Estado subsidia un sector económico, fomenta la creación de empleo. El mismo razonamiento: si el estado deja de cobrar -por ejemplo el IVA- a algún producto o sector, tiene que aumentar la alícuota (hasta el 21% en Argentina) a los otros sectores. Entonces el empleo que se genera en el sector beneficiado se destruye en el resto.
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Expandir el gasto público estimula la economía. Los economistas ya han demostrado que observando lo sucedido en distintos momentos en los más de 180 países del mundo, el denominado “multiplicador fiscal” de gasto público es 0. Y todo número multiplicado por 0 es, precisamente, 0.
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Al estimular un determinado sector que no existe o es pequeño, se genera actividad e impuestos que antes no había. Otra “verdad” establecida que es -según Sturzenegger- otra mentira por el mismo principio. Al fomentar con exenciones y fondos directos a un sector se produce una falta de recursos públicos o necesidad de más impuestos que deterioran otros sectores. Lo que se genera en un lado, se pierde en otro.
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Fomentar o alentar importaciones genera desequilibrio comercial. La afirmación “verdadera” también resulta incorrecta porque en el tiempo, toda importación genera su exportación por la dinámica propia del tipo de cambio en un mercado con oferta y demanda libre.
Convocado en las preguntas a mirar el futuro cercano, Sturzenegger dijo que si en los próximos 5 meses la administración nacional consolida el superávit fiscal, la política tendrá una discusión muy interesante: ¿qué hacer con ese superávit entre estas u otras opciones?
- Bajar las retenciones como pide Córdoba y buena parte del interior productivo
- Bajar los impuestos al trabajo para fomentar la creación de empleo
- Subir las jubilaciones
Pero, claro, el trigo se cuenta cuando está en la bolsa. Antes hay que mantener el rumbo fiscal y avanzar en las reformas.
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