“No me pregunten a cuánto va a estar el dólar el jueves porque ni Massa sabe qué va a pasar” inició entre risas Miguel Kiguel; “puede ser que estemos frente a nuevo Domingo Cavallo, pero no sabemos si el de 1991 (el que encarriló la economía con la Convertibilidad) o el de 2001 (el que desbarrancó con De la Rúa)”.
Aún en ese escenario de incertidumbre, Kiguel no es apocalíptico: cree que Massa y el gobierno tienen herramientas para maniobrar el contexto y no ve probable una hiperinflación. Tampoco es muy optimista: “lo mejor que podemos esperar es ir a una inflación del 5 al 6% mensual”, después del salto que dará el IPC en julio, con un valor que se estima entre 7% y 8%.
El otro gran nudo a desatar (de los muchos que enfrentará SM) es la falta de reservas: hoy -dice Kiguel- hay US$ 1.900 millones y el acuerdo con el FMI prevé unos US$ 8.500 a fin de 2022, cosa que no pasará.
Se puede aspirar -cree el economista- a unos 4.000 o 5.000 millones si se alinean algunos astros: algo de fondos de BID y BM, liquidación anticipada del campo por nuevos incentivos y algo de maquillaje contable o SWAP de Qatar. Quizás una “pequeña” devaluación del 30% sea parte del menú, especula. El “pass through” a precios podría ser de unos 9 puntos adicionales de inflación, posiblemente en los índices de agosto, septiembre y octubre. No sería “tan” grave.
El otro camino posible del gobierno es devaluar sin devaluar, tal vez vía un desdoblamiento cambiario con un tipo de cambio financiero - turístico y uno oficial (exportaciones e importaciones).
En cualquier escenario, entiende Kiguel, habrá suba de tasas del Banco Central, aún a costa de engrosar el déficit cuasi fiscal, un frente que si bien le preocupa no ve desbocado.
En una metáfora clínica, Kiguel entiende que la economía argentina está en terapia intensiva y no ve un médico de reputación en el quirófano, dice, en alusión a la falta de un macroeconomista de fuste en el equipo del SM.
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