“Nuestro rubro es muy sensible al bolsillo del consumidor y esto hace que los consumidores, ante una baja en la actividad general reduzcan el gasto en esparcimiento. A eso se sumó el crecimiento del sector. Mucha gente abre un restaurante y no se da cuenta de la complejidad”, describe Pablo Dávila, Bistró del Poeta (Holiday Inn).
En igual sentido, Nicolás Constantini, gerente de Alimentos y Bebidas de La Pampa (Sheraton Córdoba Hotel), aporta: “hay un público marcado que rota por todos los restaurantes. Es un sector muy competitivo donde lo importante es fidelizar al cliente”.
La realidad del sector no es la de hace años atrás, pero hay optimismo que la situación se revierta.
“La gastronomía no es ajena a la realidad del país pero creo que este año comenzó mejor que el 2014”, cuenta Gabriel Reusa, dueño de Goulú.
“Es un año complicado, con poca venta de eventos, banquetes y corporativos pero en mayo se empezó a reactivar las ventas y conseguir los objetivos”, comenta Sebastián Zapata, del restaurante Los Aliños (HoJo La Cañada).
Sin embargo, el mercado local es acotado: "en Córdoba no hay cultura gastronómica por eso el gourmet no es un negocio de volumen", apunta Ricardo Spertino, socio de Alma Belén.
“Hay un marco económico que nos afecta a todos”, dice Roal Zuzulich chef ejecutivo de Sibaris, aunque subraya que cada nuevo jugador que se suma aporta su visión al negocio lo que lo enriquece.
A su turno, José Picolotti, un histórico del sector, socio del tradicional San Honorato, señala que la crisis les pega a todos y que lo importante es cómo mantenerse esperando que vengan mejores momentos. Y todo indica que el negocio de la gastronomía gourmet está esperando despegar.
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