Para un “bicho” de ciudad como soy, ver que el maíz Dekalb (de Monsanto) que sembrará un “chacarero” es de color verde (y no “color maíz”) es una novedad. Es que en el proceso de tratamiento de la semilla, al final se la rocía con productos y colorantes que permitan hacerla más resistente a insectos y sirva para diferenciarla que no es para otro uso que la agricultura.
Claro que esa misma semilla ya ha sido modificada genéticamente para ser resistente al glifosato, el herbicida más usado y que Monsanto comercializa con la marca Roundup.
Por este y otros productos a lo largo de sus más de 100 años de historia, Monsanto es una suerte de “demonio” para muchos ambientalistas que contribuyeron a instalar una luz de alerta ante cada movimiento de la multinacional nacida en Saint Louis.
Pero desde la empresa ya están “cancheros” en retrucar con solvencia los argumentos de sus detractores: antes del Roundup, los agricultores aplicaban aún más herbicidas y más tóxicos. Cualquier repelente para mosquitos que comprás en Carrefour -dicen- es más tóxico (según la OMS) que el glifosato.
Aunque admiten que muchos aplicadores y productores no hacen una correcta aplicación del glifosato, desde Monsanto se concentran en los beneficios de este avances y toda la tecnología de modificación genética: el mundo va a necesitar muchos más alimentos en los próximos 20 años y ya estamos llegando a la frontera de la superficie cultivable. El desafío es producir más con menos recursos de agua, herbicidas y semillas, explican.
Monsanto ya empezó los movimientos de tierra en la localidad de Malvinas Argentinas para instalar allí una planta que producirá 3,5 millones de bolsas (entre US$ 100 y 200 cada una, según el tipo y la época del año).
La visón de la empresa (y de otras semilleras) es que los agricultores están descubriendo el valor de rotar soja con maíz y que -por lo tanto- se va a demandar muchas más semillas en los próximos años. “Córdoba será el corazón del nuevo corredor maicero”, se entusiasman desde Monsanto.
En la recorrida de la planta de Rojas (4 millones de bolsas por año, la más grande del mundo), se pudieron observar todos los pasos del proceso de “creación” de una semilla, desde la entrada del maíz a su embolsado, una operación sin misterios ni focos de contaminación visibles. De hecho la comunidad de Rojas y la de Pergamino (donde está la otra planta de semillas de Monsanto) están totalmente integradas a estos establecimientos.
Hicimos lo que debe hacer un periodista: ir, ver, preguntar y contar. Ahora los lectores pueden opinar, creer, no creer y debatir.
Monsanto abrió su planta de Rojas para mostrar que no trae “nada raro” (y desafía a Montenegro)
Monsanto está invirtiendo algo más que dinero ($ 1.600 millones) para instalar su planta de semillas de maíz en Malvinas Argentinas (a 20 Km. de la ciudad de Córdoba). Está invirtiendo mucho tiempo de sus directivos para mostrar a la comunidad de esa localidad y a los medios de la provincia que su inversión es positiva por cualquier costado donde se la mire.
“Me gustaría que Uds. mismos recorrieran y analizaran cualquier planta industrial de Córdoba, de cualquier rubro, a ver si encuentran alguna que sea tan amigable con el medio ambiente como ésta de Rojas, que es casi idéntica a la que montaremos en Córdoba”, desafía Pablo Vaquero, vicepresidente de Monsanto en Argentina.
Y da un paso más: “No sólo trajimos a un contingente de 45 vecinos de Malvinas a visitar la planta, que quedaron encantados, sino que invito personalmente a (Raúl) Montenegro (el ambientalista que agita las aguas contra la radicación de Monsanto) a que venga, vea y pregunte todo. Las puertas están abiertas”.
(Cómo se produce una semilla de maíz resistente al glifosato y por qué son de color verde, todo eso y apostillas de la visita a la planta María Eugenia, Rojas, Buenos Aires, en nota completa).
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