Para alguien que vivió toda su vida del sector público -como nuestro benemérito presidente- "parar la Argentina por 10 días" puede sonar razonable ante la pandemia de Coronavirus. "Repatriar" (¡verbo heroico!) argentinos varados en Miami que ganan más que un salario mínimo por día llena de orgullo a los aduladores del déficit fiscal. (Por cierto, los gerentes de Aerolíneas Argentinas ya tienen "salvado" su año: todo lo que malgasten quedará cubierto por la pandemia en curso, sea o no su origen).
Para mí -como para muchos- el presidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un acertijo. Sus fotos tocando gente y abrazándose generan una duda: ¿está loco o es el más lúcido? Tampoco es que México no haga nada con la pandemia, pero su línea de acción es bien diferente a la que siguen la mayoría de los países, el nuestro incluido.
Decir que viene el lobo -como en la fábula del pastorcito- puede arruinar la reputación y credibilidad de un mandatario y AMLO optó por jugar la partida día a día. Alberto Fernández, en cambio, prefiere pecar de "demasiado precavido" y estar dos semanas delante del (eventual) problema.
Hoy, Argentina y México tienen cifras muy similares en infectados (45 y 41, respectivamente), pero nosotros somos un tercio del total de mexicanos. Si se desmadra el Coronavirus en el patio trasero de EE.UU. posiblemente el timón del Titanic que conduce AMLO no alcanzará a doblar a tiempo y su capitán correrá la misma suerte en el choque.
"Parar Argentina por 10 días" puede ser sensato en términos epidemiológicos y ser -al mismo tiempo, vaya paradoja- el suicidio económico de Alberto Fernández. Sin más herramientas de política económica que la emisión monetaria, re-impulsar la economía demandaría crecientes dosis de circulante. La diferencia entre un remedio y un veneno es la dosis.
La base monetaria -advierten los especialistas- venía creciendo al 5% ¡mensual! antes de la pandemia. Si "estiramos" el Excel, a fin de año (solo manteniendo este ritmo, sin más "keynesianismo") acumularemos un 84% más de circulante. En la ruleta ruta de la hiperinflación, eso sería poner 5 balas a un tambor de 6.
Sin ayuda externa a la vista, con menos demanda mundial, con menos precios en los commodities, restringir los agregados monetarios para estabilizar la economía no está en el pensamiento del gobierno: para ellos la inflación es multicausal (los "vivos", la oferta concentrada, algún complot de supermercadistas y -por supuesto, ahora- el Coronaviurs).
Los supermercados y los fabricantes de bienes de consumo acumulables iniciaron un "veranazo" de ventas, mientras que casi todos los demás sectores ven caer sus ingresos dramáticamente. ¿Se venderá "un" auto en lo que queda de marzo? ¿"Un" inmueble? ¿Con qué pagarán la luz y gas miles de restaurantes?
En 15 días habrá -además- que pagar los sueldos, un momento de estrés en casi toda pyme en los últimos 2 años y de alto estrés si la actividad se reduce aún más en esta segunda quincena. Los vencimientos impositivos son casi diarios entre municipalidad, provincias, Afip y decenas de otros "peajes" a la actividad económica.
El mismo estado que aprieta y ahorca, intentará torpes ayudas con créditos subsidiados que nunca terminan de llegar. Y hará lo único que puede dentro de su corsé ideológico y las limitaciones de contexto mundial: emitir y monetizar más la economía. Hasta puede sonar buena idea que los estados subnacionales cierren sus brechas con alternativas de financiamiento compulsivo y minorista para no sobrecargar las cuentas federales.
Hoy, Argentina y México tienen cifras muy similares en infectados. Argentina coquetea con parar toda la economía y México con jugar a que nada pasa. La diferencia entre un remedio y un veneno es la dosis.
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