Mariana estudió comercio exterior, a los 18 años viajó sola por primera vez y se fue a vivir y estudiar a Canadá, experiencia que repitió en el 2002, viajando a Nueva Zelanda, a donde se fue esta vez sin planes. A su regreso tuvo varios trabajos y finalizó su último año de carrera. Trabajó de su profesión y más tarde se casó y se vino a vivir a Córdoba.
“Cuando llegué a Córdoba, hacía lo que hacía en ese momento en Buenos Aires, tenía una marca de ropa pero acá no resultó como esperaba y me volqué a los mosaicos. Habiendo trabajado de mi profesión, con horario, pantallas y sentada en una oficina, supe que no era lo mío”, cuenta Mariana.
“Siempre fui muy inquieta, me gustaba la apertura, el aire libre y manejar mis horarios. Estamos para experimentar, para hacer, lo máximo que puede pasar es que salga mal, pero nunca quedarnos con la duda”, agrega la emprendedora
Cuando llegó a Córdoba, Mariana empezó a hacer cursos, y en Buenos Aires realizó uno de mosaicos, el cual estaba a cargo de una persona a la que luego invitó a darlo en Córdoba, en el garaje de su casa, con grupos reducidos.
“Yo me enganché mucho con la técnica y me encontré con que en ese momento en Córdoba no había nada, por ende empiezo a viajar a Buenos Aires y a comprar los materiales allá y traerlos, y esas 6 mujeres se fueron multiplicando, y fuimos un montón. Todos los días tenía gente, sin horarios, así estuve un año hasta que decidí poner un local”, cuenta Mariana.
Sus comienzos
“Comencé de manera simple en mi casa pero siempre lo proyecté como un negocio. En el 2011 me animé a mudarme a un local, ubicado en Berrotarán y Mariana Larra, en una esquina del Cerro, muy cerca de mi casa pero una zona cero comercial. Intenté tener horarios flexibles que se adaptarán a mi vida, y no al revés. Durante casi dos años, esa fórmula funcionó muy bien”, relata sobre sus inicios Mariana.
Hoy es una emprendedora que disfruta mucho dictando cursos y seminarios a cientos de personas, y vendiendo insumos relacionados con la técnica. Pero empezó a notar que el lugar donde brindaba los cursos le estaba quedando chico, y con ganas de seguir creciendo se mudó a Victorino Rodríguez 1441, donde actualmente está, y donde además de ser un espacio para los cursos es un lugar de hospedaje para todas las personas que vienen por ellos desde Chile, México, y hasta Italia, sin contar de todas las provincias argentinas.
Pero eso no es todo…
El negocio siguió creciendo y en 2016, Mariana junto a dos de sus hermanos, abrieron otras 2 sucursales, primero en Villa Crespo, capital y luego en zona oeste en Buenos Aires.
“Siempre estuve segura de mi negocio porque disfruto mucho haciéndolo, y estoy atenta a mi intuición. La incorporación de mis hermanos aportó mucho orden en cuanto a lo administrativo y todo lo relacionado a tecnología y redes. Hicimos muchos cambios para poder escalar el negocio”, cuenta Mariana.
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