Ayer me quise tomar un Uber para ir a la apertura de Punto Mayorista y la aplicación me devolvió un mensaje inesperado: “Lo sentimos, Uber no está disponible en tu área actualmente”.
Una hora después llega el comunicado “lavado” de la empresa: “Aunque las condiciones bajo las que decidimos seguir adelante implican la interrupción de un beneficio hoy accesible a miles de cordobeses, estamos convencidos de que esta decisión permitirá abrir una nueva instancia de diálogo y oportunidad de mejora para todos los cordobeses”.
El verbo es “interrumpir”, no suspender, ni pausar, ni posponer. Y la empresa se entusiasma con que “múltiples voces dejaron sentada la necesidad de discutir una regulación de la movilidad compartida” (en el ámbito del Concejo Deliberante).
Así las cosas, Mestre marcó la cancha a este desembarco “de pecho” y le transfiere a Martín Llaryora la responsabilidad de definir qué hacer.
¿Dónde está Wally? ¿Y Martín?
"No, Martín no va a hablar...". Una y otra vez, los periodistas que intentan llegar al intendente electo se encuentran con esta respuesta de su gente de prensa. Como si no tuviera ya una responsabilidad asumida, el exintendente de San Francisco nada dice sobre qué ideas tiene sobre Uber, el monumental costo de la recolección de residuos, el aumento que ya anuncia le pedirá el Souem, el sistema de transporte público por colectivos o su plan de obras.
En 76 días, Llaryora asumirá la intendencia y sería interesante saber algo de la orientación de su gestión. El volumen y la complejidad de conducir la ciudad de Córdoba supera en mucho a “su” San Francisco, con un adicional no menor: su mandato transcurrirá durante el peor escenario fiscal de la provincia en las últimas décadas y la “ayuda” de Schiaretti estará limitada no ya por la falta de sintonía política, sino por las realidades de caja.
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