Que nada es gratis ya se sabe y que la realidad termina por imponerse, también. Sin embargo, el Gobierno nacional sigue enrolado en el camino de repartir recursos que no están. Los anuncios de “extras” continúan como si la Argentina tuviera un fondo inacabable de dinero. No lo tiene ningún país del mundo (Venezuela, sentada sobre un pozo de petróleo es una muestra clara de que la finitud del dinero) y menos éste, que acumula décadas de crisis.
¿Cómo se impone la realidad? Con la brecha cambiaria, una inflación del 50% y un Banco Central que pasa de un cepo a otro más. En este contexto el ministro de Economía, Martín Guzmán, está en Washington con las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). No sólo tiene las presiones internas sino las que sufre Kristalina Georgieva, discutida por su rol con China cuando era titular del Banco Mundial. Además, ayer se difundió que el board rechazó, por el momento, el pedido de la Argentina de eliminar la sobretasa que paga el país.
Horas antes de que se subiera al avión Guzmán, desembarcó en el gabinete Roberto Feletti, un viejo conocido por sus roles en el kirchnerismo. Reemplazó a Paula Español en Comercio Interior; ella no se fue porque le crearon un cargo en el Ministerio del Interior. Feletti tiene una relación cercana con Juan Manzur, el jefe de Gabinete.
La designación insiste en un concepto que, hasta ahora, no funcionó: la inflación se puede controlar presionando sobre los empresarios. Feletti ya planteó que quiere discutir “racionalmente” el margen de ganancias. Nada habló sobre los costos, que son siempre la base para determinar ganancias. Con una inflación que supera el 45% anual -cuando se había presupuestado 29%- la apuesta es a programas de precios y a controles. Se festeja cuando el índice cae unas décimas del 3% mensual.
El concepto de “un fenómeno multi factorial” deja retrasada la idea de que la emisión monetaria tiene un peso clave. No estaría mal si se apuntara con igual ahínco a ese ítem. No se lo hace porque sino se caen todos los anuncios pre electorales. La Argentina solo está financiada por el Banco Central. No hay chances de conseguir dinero fresco en ningún otro lugar. Tampoco del FMI por eso el apuro por firmar el acuerdo es relativo.
El presidente Alberto Fernández, hace unos días, dijo que el acuerdo ya estaba cerrado. Eso lo vienen repitiendo varios funcionarios desde antes de las PASO. La ventaja con que corre la Argentina es que, esta vez, también el problema lo tiene el Fondo. Los economistas coinciden en que se buscará una salida que deje a ambas partes lo mejor parada posible. Para ninguno será una solución de fondo.
A esta altura, un consenso ayudaría al Gobierno pero no marcará un punto de inflexión porque la confianza se esmeriló tanto que no es fácil recrear. Lo más complicado es que gran parte de ese desgaste se generó desde adentro. La campaña del “sí” que inició Fernández tiene un enorme desafío por delante.
Entre las declaraciones de objetivos figura el proyecto de ley para transformar planes sociales en empleo. Sin crecimiento sostenido la propuesta es solo un papel escrito. Desde 2011 el sector privado no genera un puesto de trabajo adicional. La pobreza y la indigencia no muestran bajas significativas desde antes de la pandemia y esa realidad se apoya en que no funciona el mercado laboral.
La idea de que en campaña todo vale se cuela en todos lados pero los discursos no modifican la realidad. Los cepos que se van superponiendo grafica que es así. El primero ni siquiera fue de este Gobierno, viene de la gestión de Mauricio Macri, de setiembre del 2019, cuando Juntos por el Cambio perdió las PASO.
La consultora Ecoviews los contó: son 15 desde entonces; los refuerzos fueron alcanzando a individuos, compañías, deudores, importadores. Gabriel Caamaño Gómez, economista de la institución, dijo a El Economista: “Sin embargo, los resultados son siempre los mismos: no alcanzan para reducir la demanda de dólares. Spoiler: esta vez tampoco van a solucionar los problemas más allá de algún éxito efímero en el corto plazo”.
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