La oposición, que no consiguió cohesionarse ni siquiera en una elección a la que el oficialismo llegó golpeado por los reiterados avances del Ejecutivo durante la pandemia, fue un mero testigo del regreso de Rubén Daniele a la Secretaría General del Suoem, de la que se fue “jubilado” por Ramón Mestre para volver rehabilitado por la Justicia.
La elección, que se saldaba al cierre de esta edición con el 85% de los votos para la lista Verde, frente a una oposición dividida que entre la lista Violeta (Aldo Cabello) y la Multicolor (Susana Rins) alcanzaba el 15%, tuvo una modesta participación en la que, además, el aparato del oficialismo para movilizar a votantes desde las reparticiones más alejadas del Palacio 6 de Julio quedó semi atascado en el caos de tránsito que generaron ayer múltiples movilizaciones en el centro de la ciudad.
Daniele no logró empardar el respaldo que cuatro años atrás cosechó Beatriz Biolatto, pero la oposición tampoco consiguió alcanzar una masa crítica que haga pensar que la sucesión del histórico gremialista pueda venir de otro lado que no sea la lista Verde, si es que ese armado puede sobrevivirlo.
El mayor interés, de aquí en más, se desplaza hacía dos escenarios: las tensiones internas de la lista Verde, que terminó dando cobijo a dos dirigentes tan alejados como Daniel Fernández (Secretario Adjunto) y Ariel Quiñone (Secretario Gremial), y las que deberá (o no) absorber el propio Daniele, que le llegarán desde el cuerpo de delegados del sindicato.
En el primer caso, se espera que empiece entre Fernández y Quiñonez una suerte de carrera de posicionamientos para suceder a un Daniele que ha demostrado su capacidad de entrega para mantenerse al frente del sindicato.
Quienes lo conocen de hace tiempo, aseguran que al capolista de la Verde no le falta una de las dotes centrales que tiene que tener un líder político: saber dividir para reinar. Y auguran que las tensiones que de antaño existen entre el ex delegado de las Áreas Operativas y su par de Recursos Tributarios serán bien regadas por el “nuevo” Secretario General.
Sin embargo, el costado del asunto que revestirá mayor interés para la política municipal será, sin lugar a dudas, el escenario que de aquí en adelante se abre en la relación Suoem-Palacio 6 de Julio.
Daniele prometió para seducir a los municipales que recuperaría “todo lo que se perdió”. El impersonal, desde luego, se utilizó para evitar la incomodidad de admitir, durante la campaña, que el propio Daniele fue el general al mando durante esas derrotas. La presencia de Biolatto en la conducción tuvo desde el comienzo el objetivo de superar un obstáculo formal, de funcionar como una suerte de testaferro de la Secretaría General. (No es una opinión. En esos términos lo planteó el gremialista desde el minuto 0).
Ahora bien, cumplir esas promesas lleva (o debería llevar) a un conflicto inexorable con el Ejecutivo, que ha proclamado “el final del co-gobierno” como uno de sus principales méritos y que asegura haber conseguido equilibrar las cuentas del municipio, jaqueadas durante décadas por el Suoem.
Más grave aún, los dos espacios opositores que compitieron ayer con la lista Verde repiten a coro que el oficialismo gremial contó con una amplia cobertura de la gestión municipal, y que la principal dote que Daniele ofrendó a los delegados que respaldaron su regreso fue conseguir para sus allegados puestos como becarios o monotributistas del Palacio 6 de Julio. Si la acusación es cierta, la encrucijada está planteada, y a alguien tendrá que defraudar: o a los delegados que se le unieron, que ahora exigirán presionar al Ejecutivo para conseguir la estabilidad de los nuevos ingresos, o a la gestión que -siguiendo el libreto de la oposición- le allanó el camino para volver la Secretaría General.
Esto tiene un agravante. El peronismo no va rumbo a una elección más. Va por la sucesión. Léase, sin José Manuel de la Sota ni Juan Schiaretti en la boleta. Y la oposición, que lo sabe, viene envalentonada por su desempeño en las legislativas. Entonces, el regreso de un Daniele que ha prometido mucho a sus delegados, y que ahora tiene que pagar, coincidirá con el momento de mayor fragilidad relativa del oficialismo.
Claramente al rompecabezas le falta una pieza. Y si así no fuera, más temprano que tarde se sabrá si el líder de la Verde vino a contener a las bases o a jaquear a la gestión. Mucho tiempo más no podría estar a ambos lados del mostrador.
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