Esta realidad le impone luchar con todas sus fuerzas para mantener los espacios que ocupa. Actualmente es tanto el presidente del bloque radical como del interbloque que su partido integra con el PRO en la cámara de Diputados. Ambas responsabilidades le han valido reconocimiento público y una tribuna privilegiada para oficiar como uno de los opositores más aguerridos al Frente de Todos. Ahora, sin chances de disputar la gobernación de Córdoba, aspira a mantener ambas posiciones de cara al Congreso que se renovará el próximo 10 de diciembre.
La ansiedad no se explica, únicamente, por razones de vanagloria o figuración. Se trata de una estrategia de supervivencia. Negri necesita mantener la chapa de dirigente nacional para evitar pasar por las horcas caudinas de la política cordobesa. Resulta bastante obvio que no goza de muchas simpatías dentro de su propio partido y que la mayoría de sus correligionarios apuestan, por estos tiempos, a la promesa de renovación que encarna Rodrigo de Loredo. Si bien su ciclo local no se ha terminado (no puede afirmarse tal cosa de un político de fuste), debe reconocerse que, al menos, aquel se ha ralentizado. Los dos años que restan para el próximo compromiso local no parecen ser suficientes para revertir este declive.
Dados sus antecedentes en la cámara baja podría suponerse que mantener la presidencia del bloque radical sería un asunto natural, pero también aquí le han crecido los enanos. El diputado Emiliano Yacobitti de la Ciudad Autónoma de Buenos le ha plantado bandera, desafiando su liderazgo interno y reclamando para sí aquella responsabilidad. Yacobitti es un hombre de Enrique Nosiglia y cuenta con el respaldo, si bien recoleto, del propio De Loredo. No obstante que todo parece indicar que Negri conseguirá los apoyos que le hacen falta para mantenerla, es la primera vez en bastante tiempo que esto le ocurre. Es una señal de que también otros advierten su actual debilidad política, allende sus méritos legislativos.
Y esto sucede a pesar de que, en rigor, le sobran amigos poderosos. Macri, como se dijo, jugó abiertamente para él en las primarias y cuenta en la conducción nacional de la UCR (especialmente en Alfredo Cornejo) respaldos sin fisuras. Pero esto también puede jugarle en contra, especialmente cuando la política se encuentra atravesada por iconoclastas y cuestionamientos a las jerarquías, tanto las intelectuales como las derivadas del linaje. Un ejemplo de ello es la ayuda prodigada por Elisa Carrió el sábado pasado en Open Door.
La inefable conductora de la Coalición Cívica manifestó, en los fastos por los veinte años de la fundación de su partido (que, dicho sea de paso, ha mutado desde la izquierda hasta el macrismo), sus preferencias por que Negri continúe al frente de la bancada radical. A muchos la recomendación debe haberles caído mal, toda vez que Carrio rompió precisamente con la UCR para abrirse paso por su cuenta. ¿A guisa de qué viene ahora a recomendarles que deben hacer con sus autoridades parlamentarias? Flaco favor hubo de prodigarle el ya maltrecho diputado por Córdoba.
Aunque probablemente los deseos de Carrió sean finalmente satisfechos, no es tan claro lo que sucederá con la presidencia del interbloque. Hasta ahora, Negri no tenía competencia. Pero la llegada de su comprovinciano Rogelio Frigerio (ambos nacieron en Entre Ríos) puede que erosione aquella hegemonía.
Frigerio viene de arrasar en su distrito. Si bien pertenece al PRO su origen es peronista y, como tal, su plasticidad se encuentra asegurada. Esto puede que sea un valor agregado al frente de un conjunto de parlamentarios de diferentes extracciones y con el Frente de Todos como un enemigo común. Además, el exministro del Interior continúa teniendo buen diálogo con muchos justicialistas moderados, un atributo que pesará mucho en el próximo armado electoral.
Tampoco puede descartarse que otro peronista, Cristian Ritondo, lo reemplace exitosamente al frente del interbloque. Rápido de reflejos, el responsable de seguridad de María Eugenia Vidal se autopostuló cuando supo que Juez le había propinado una paliza. También Ritondo es un dirigente hábil, sobreviviente de mil batallas y con una innegable vocación de poder.
Así las cosas, es difícil que Negri pueda continuar con la doble titularidad que ostenta desde hace tiempo. Algo deberá resignar, a costa de quedarse sin el pan y sin la torta. La política es inclemente con quienes no han sido favorecidos por los votos, una constante que también a él le hará sentir su rigor. Su habilidad consistirá, por lo tanto y antes que continuar luchando por posiciones improbables, en minimizar los riesgos políticos a los que estará expuesto en los próximos dos años. De tal cosa dependerá su rol en un hipotético gobierno nacional de JxC, quienquiera sea el presidente.
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