Casi todas las incógnitas quedaron despejadas luego de las PASO del 12 septiembre. Salvo una: la novena banca. Recordemos la foto de las PASO: 5 escaños para Cambiemos, 3 para el schiarettismo y 1 para el Frente de Todos. La tercera banca “obtenida” por el peronismo provincial pende de alrededor de 30 mil votos, según el sistema de distribución D’Hont. Numéricamente, esa banca está más cerca de caer dentro del probable crecimiento de Cambiemos que la única “obtenida” por el kirchnerismo.
Pero este es un proceso electoral en movimiento, es una película ofrecida en cartelera como de terror más que una foto. Tal vez moviéndose hacia arriba en el porcentaje de concurrencia a las urnas y cualitativamente en la distribución de adhesiones de las tres principales fuerzas que competirán. Si se observan los tiros en los pies del oficialismo nacional desde la “catástrofe” del 12 de septiembre, es posible que una probable sexta banca para Juntos por el Cambio sea a expensas del Frente de Todos, que con los 10 puntos y algunas décimas más en las PASO quedó cerca del abismo del dígito.
Perforando ese umbral del dígito, cambian los cocientes del cálculo y esta hipótesis adquiere rango de probabilidad. Algo de esto ha intuido el gobernador Schiaretti que le ha puesto su cuerpo a estas elecciones. Sabe con claridad que va a ganar Juntos por el Cambio y calcula con razonabilidad que puede atornillar su tercera banca en la Cámara Baja del Congreso. Y a expensas del kirchnerismo. Bingo!
Con precisión, en la estrategia y energía invertida por el peronismo provincial subyace la hipótesis, probable, de que en este turno electoral, la renovación parcial de ambas cámaras en el Congreso quede con 0 banca. Por la diferencia indescontable en el tramo para el Senado, ya perdió la banca que actualmente ocupa Carlos Caserio y en Diputados se aferra con las uñas a la única que “obtuvo” para Martín Gill. Está hoy perdiendo 11 a 1 y el partido no ha terminado.
Desde El Panal se observa hacia el resto de las provincias peronistas y con detenimiento hacia Santa Fe, en donde el gobernador Omar Perotti competirá con los suyos en una compleja hibridación con el kirchnerismo. Si gana, la victoria sobre los K del peronismo cordobés será en solitario, por supuesto más vendible en el escenario nacional ante el declive sostenido del kirchnerismo.
Esta vigilia en El Panal hacia el próximo domingo 14 y, en diferido, hacia las presidenciales del ’23, tiene un talón más de un elefante que de Aquiles. La provincia (propiamente el conurbano bonaerense) coto (¿todavía?) del kirchnerismo fue históricamente impenetrable para José Manuel de la Sota y lo sigue siendo para Schiaretti.
La decisión del viraje del guión de campaña que ha tomado Hacemos por Córdoba hacia la asimetría estafatoria que existe en los subsidios y tarifas entre el Gran Buenos Aires y el interior del país, es un acierto para diferenciarse en el discurso anti kirchnerista que en Córdoba comparten el schiarettismo y Juntos por el Cambio, que en casi todo el tramo se superponen. En los subsidios la alianza anti K no puede abrir la boca, a riesgo de ir contra su propia clientela electoral en CABA. Sin embargo, esto complica al peronismo del interior para intentar permear electoralmente el conurbano.
Aún con estos inconvenientes, es prematuro para incursionar en ese ombligo electoral del país. Debe esperarse qué pasará el 14 de noviembre. Cualquier escenario poselectoral es sombría para el día después. ¿Qué podría pasar, por ejemplo, si el kirchnerismo pronuncia su declive en las legislativas ya eminentes? Pareciera que los dos únicos destinos posibles para Cristina son el poder o la justicia. No hay lugar para ella, en el país, fuera de estos dos destinos.
El peronismo territorial ve con espanto el futuro inmediato. Recuerda las dos veces que se fue del poder antes de tiempo, en 1955 y 1976. Y también tiene presente los avatares de la UCR tras la caída de Fernando de la Rúa. La implosión de aquel gobierno radió hacia los cuatro puntos cardinales del mapa electoral.
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