La semana pasada dábamos cuenta de la postura firme de la intendenta de Juárez Celman, haciendo un doble reclamo ante el programa Alfil TV: que Rodrigo de Loredo termine de deshojar margaritas y se defina si va a competir o no por el Ejecutivo provincial y que las elecciones de 2023 marcan el turno del radicalismo. El doble propósito de Myriam Prunotto parece esconder algo que no aclaró, tal vez porque no hace falta: bancan y le reconocen mérito al actual diputado nacional, pero que si declina esta posibilidad, ha llegado “la hora de los intendentes”.
El zig zag de De Loredo para definirse entre su postulación a la Municipalidad de Córdoba o a la Gobernación, lo dibujan sus propios movimientos. Son permanentes sus giras por el interior. La más reciente tuvo como cabecera la ciudad de Morteros. Allí se reunió con una veintena de intendentes radicales. Además de su anfitrión, José Bria, estuvieron Luis Pícat (Jesús María), Gustavo Botasso (Hernando), Carlos Ciprian (Sinsacate), Rubén Dagum (Almafuerte), Daniel Garnero (Sacanta), Mario Alberto Centurión (Capilla de Siton), Claudio Tripiana (Los Pozos), Fabián Luna (Candelaria Sud), Lucas Valiente (Luque), Fernando Brasca (La Puerta), Víctor Kieffer (Villa Santa Rosa), Cesar Abdala (Laboulaye), Verónica Gazzoni (Monte Cristo), Adrián Rinero (Devoto), Gerardo Cerutti (Colonia Marina), Daniel Tapero (Carrilobo), Horacio Rubiolo (Piquillín) y Daniel Isoardi (Cañada de Machado).
Tal vez esté haciendo demostraciones de fuerza a su adversario en la interna de Juntos por el Cambio, Luis Juez, o tal vez esté midiendo sus propias fuerzas, pero algo es seguro: no se define, y el peronismo ya tiene resuelto hace prácticamente dos años a Martín Llaryora como su propuesta para suceder a Juan Schiaretti.
La premura de los dirigentes territoriales se explica, al menos en parte, por esta desventaja de arranque. El otro motivo es histórico: la Capital ya agotó el cupo de fracasos con dirigentes que se han hecho célebres a fuerza de derrotas, como son los casos de Aguad y Negri. La excepción, claramente, es De Loredo.
La presión es palpable. El martes pasado, en el campo de un exintendente radical cordobés, se reunieron intendentes, jefes comunales, funcionarios y referentes partidarios con el objetivo de imponer, entre ellos, un candidato a gobernador. "Queremos gobernar porque hemos demostrado que sabemos hacerlo", enfatizaron. La mayoría de los presentes tienen más de una gestión y, como ellos mismos dijeron: "Todos hemos demostrado que sabemos gestionar, armar y conducir equipos y superar crisis". Casi las mismas palabras de Prunotto a Alfil TV.
Un dato de cómo va creciendo a coro el reclamo de la dirigencia radical territorial fue lo que ocurrió el miércoles pasado en Almafuerte. Allí deliberó el foro de intendentes radicales de la provincia. El tema formal fue el reclamo al gobierno por problemas de seguridad y otros asuntos. Pero en los pasillos hubo un único tema: la movida del interior para jugar roles protagónicos en 2023.
Finalmente una de cal y otra de arena:
- No ha sido menudo el aporte del interior para ordenar con amplio acuerdo al destartalado bloque radical en la Legislatura provincial. Esos “desarreglos” fueron producto de la crisis de la UCR en las elecciones del 2019, a las que el radicalismo concurrió partido en dos ofertas. Un desaguisado cuyo principal responsable fue Mario Negri, que fue ungido solo por el dedo de Mauricio Macri. Juan Jure, dos veces intendente de Río Cuarto y hoy presidente de la bancada, fue el componedor de los conflictos internos cuya propiedad exclusiva es del radicalismo capitalino.
- El radicalismo del interior provincial ha hecho en los últimos 20 años el mayor aporte al transfuguismo partidario. De San Francisco partió Hugo Madonna para transformarse en el más notorio radical K. También hicieron otro tanto el riocuartense Antonio Rins y el ex intendente de Jesús María Marcelino Gatica, en estos dos casos para acompañar en la fórmula a Luis Juez.
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