“Quiero un Zárate que funcione sin un Scudieri adentro” (la historia del rebranding, los desafíos y el propósito que sostiene a la empresa)

Franco Amorosi Scudieri lo dice sin rodeos, y con un brillo especial en los ojos: su sueño es que Zárate, la empresa familiar que hoy dirige junto a su hermano, algún día funcione sin necesidad de que haya un Scuderi al mando. 

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“Ese va a ser el verdadero triunfo”, asegura. Y no es que quiera desentenderse, todo lo contrario: su objetivo es que lo construido trascienda a la familia. Que el equipo se sostenga por sí solo, que los valores se mantengan, que la empresa funcione, dé resultados y tenga visión propia. “Ahí es cuando voy a sentir que de verdad lo logramos”, resume.

El camino hasta ese sueño no fue fácil. Franco y su hermano tomaron la posta en un momento turbulento, luego de una disputa legal y familiar marcada por el alejamiento de su padre, quien enfrentó causas penales. La sombra de ese conflicto los empujó a tomar decisiones con madurez anticipada. Y a reconstruir la reputación, el equipo y la confianza, tanto interna como externa.

“Las rocas, y empezamos a tener objetivos”, recuerda Franco. “Dimos un paso más en lo que habíamos armado con ustedes también. Y empezamos a hacer seguimiento. Cada uno con su responsabilidad, con su objetivo. Y ahí el equipo empezó a fluir. Y ahí nació el cambio. Dijimos: che, hagamos un rebranding”.

Pero no se trataba de cortar con el pasado, sino de resignificarlo. “Mantuvimos el nombre, porque ahí está la esencia, y agregamos el ‘más’. Porque creemos que hoy somos más. Damos más. En tecnología, en atención, en procesos, en todo. Y lo más importante: sin perder el corazón de lo que es Zárate”.

Ese rebranding también vino con una serie de iniciativas que, según Franco, fueron clave para recuperar la conexión con el cliente. Entre ellas, los desayunos constructivos. “Fue una locura hermosa. En el primero teníamos un miedo bárbaro. Pero después… yo solo recibo la hora, voy, y está todo armado. Todo perfecto. Y ahí entendí lo que es tener un equipo comprometido. No tiene precio”.

Esa valorización del equipo se volvió una brújula. “Para mí fue un flash. Tener gente que no tenés que estar encima, que se autogestiona, que se compromete, que comete errores, sí, pero que los resuelve… Ese es el tipo de empresa que yo quiero”.

Y así como Zárate se volvió más, el propósito también se hizo más claro: construir una empresa que funcione sin depender de sus dueños, con personas que compartan valores, visión y sentido de pertenencia. “Yo siempre digo: las personas que trabajan en Zárate son de Zárate. No sé explicarlo, pero se siente. Cuando entrevisto a alguien, sé si es Zárate o no. Lo veo. Está o no está”.

Sin embargo, 2025 llegó con su propia complejidad. “El desafío de este año es sobrevivir. Literal. Nuestro objetivo es mantener a todo el equipo. No ajustar jefaturas, no perder a nadie. Cada uno es un ‘más’ en lo que hace. Y para eso tenemos que lograr un mínimo de facturación. Todos estamos full buscando cómo lograrlo, yo a la par de ellos”.

Y si bien hay dolor por tener que flexibilizar ciertos lineamientos o posponer objetivos por el contexto económico, Franco no pierde la fe. “A veces se desdibuja el propósito, sí. Pero también sé que es parte del juego. Lo importante es volver siempre al eje”.

Entre las estrategias para sortear la crisis, también se destacan los ajustes operativos y estructurales. “Teníamos espacios enormes porque abastecíamos ocho sucursales. Ahora los reoptimizamos. Redujimos superficie, subalquilamos espacios, armamos una sucursal más chica con un modelo más eficiente, con menos metros pero más estrategia digital. Eso nos dio un oxígeno importante para seguir”.

Franco concluye con una reflexión que bien podría ser un consejo para otras PyMEs: “Revisá todo. Todos los costos. Lo que sobra, lo que se puede reacomodar. En épocas se gana y en épocas se pierde. Pero si hacés las cosas bien, con propósito, con equipo, y confiás, todo se acomoda”.

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