“La suba del dólar se explica por factores internos, generados por el impulso que le dio el mismo gobierno al anunciar cambios en la política monetaria (baja de tasas de interés), y los de enero, que son factores externos provenientes de la suba de tasas en Estados Unidos que absorven capitales especulativos de países emergentes”, explica Marcelo Capello, director del Ieral, el insttuto de la Fundación Mediterránea.
Tanto para él como para su colega Alfredo Blanco, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC, el Banco Central tiene poder de fuego para controlar los vaivenes de la divisa, cuya suba aún no supera la inflación.
“Si uno mide punta a punta desde el 31 de enero de 2017 con respecto al 31 de diciembre de 2018 el alza es del 23,3%. El tema es que el gran salto se dio en los últimos dos meses”, opina Blanco.
La cuestión ahora es cuánto de esta suba del dólar pasa a precios, sobre todo de alimentos, los que más ponderan en el índice inflacionario. Esto se dará en momentos en que el Gobierno se pone a discutir paritarias y hay una caída en la imagen de la gestión de Cambiemos.
La suba del dólar, en tanto, beneficia a las economías que exportan -y quizás esa haya sido una razón para relajar las tasas en diciembre- pero que en la otra punta del ovillo tienen costos internos más altos por esa misma suba de la divisa.
Para Blanco, el gobierno “tiene en su cabeza un precio a partir del cual intervenir”. Al respecto, Capello sostiene que esa banda debería estar entre los $20 y los $21 ya que después la incertidumbre podría afectar seriamente cuestiones estructurales. La última semana se observó que el gobierno no quiere un dólar por encima de los $20 y el mercado convalidó esa idea, siete días después que la divisa haya trepado a casi $21 en algunas casas de cambio cordobesas (foto).
Quizás aquí convenga recordar algo que dijo hace días en Córdoba el presidente de FCA Argentina, Cristiano Rattazzi: “a mí un dólar a $20 me gusta”. (GL)
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