CHRISTIAN SILVERI
Todos vimos Mtv Unplugged: un exitoso ciclo de TV de conciertos en formato acústico. El primero fue, en noviembre de 1989, el de Squeeze, la exquisita banda de Jools Holland. Desde entonces, una verdadera explosión cultural: el formato "desenchufado" pronto transcendió las fronteras de MTV e incluso transformó el género rock: artistas de todo el mundo se apropiaron del lenguaje y brindaron shows "íntimos", sentados en banquetas sobre alfombras persas, sólo iluminados por velas.
Los productores discográficos tomaron nota y en poco tiempo descartaron los sonidos sintetizados de los ochenta para salir en la búsqueda de la máxima pureza. Comenzamos a escuchar álbumes con guitarras y pianos en primerísimo plano. El fenómeno precipitó una repentina arqueología musical, al rescate de formas consideradas más puras como el blues o el soul. Más de 30 años después seguimos disfrutando cada vez que los artistas que admiramos bajan las luces en medio de un show y nos regalan versiones acústicas de su repertorio.
Detrás del MTV Unplugged hay una crítica potente: el artificio muchas veces ocupa el lugar de lo esencial. La sobreproducción nos distrae de lo más importante: el ritual del músico, su instrumento, su canción.
Quienes además de la música practicamos y reflexionamos sobre la comunicación y las relaciones públicas (PR), sentimos que esta idea nos interpela. También a veces nos concentramos más en el artificio que en la sustancia. Ponemos todo el foco en el brillo de nuestras activaciones de marca, en el show de los eventos, el branding... Construimos comunicados de prensa que en realidad son slogans publicitarios extensamente explicados. Irrumpimos en el espacio público con la prepotencia del ruido, buscando sonar siempre primero y más alto. Pero si corremos ese velo, ¿hay un mensaje potente o es puro artificio?
Nuestro oficio tiene un propósito profundo y noble: conectar a quienes se complementan. Construir conexiones de confianza entre personas, organizaciones y marcas a través de la conversación. Es una alquimia muy frágil, que cuando es traicionada por alguna de las partes se quiebra: cuando lo que comunicás esconde una intención engañosa, cuando me decís que tu mensaje es el más importante, pero en realidad sólo querés que te preste atención. Se pierde la confianza, y ya no hay música posible.
El artificio es la periferia de la comunicación. Nuestro compromiso, en cambio, es con lo esencial: lograr mensajes lo suficientemente relevantes como para crear un puente que logre sostener una conversación auténtica. Lo que viene después -y que generalmente depende del presupuesto- puede enriquecer el mensaje, pero no debemos olvidar que siempre es un complemento: si es demasiado, pesa mucho y el puente puede caerse.
Mi propuesta es rescatar la idea de una comunicación esencial y acústica. Tomando la metáfora musical: unplugged PR. Correr el foco de los artificios y del efecto para concentrarnos en lo más auténtico: la potencia transformadora de la palabra.
Unplugged no significa comunicación empobrecida o con escasez de elementos. El formato acústico estimula la creatividad de los artistas y puede lograr resultados sorprendentes. Como cuando Charly García llevó a su propio MTV Unplugged un teclado a pilas, porque -aunque no era un instrumento acústico- estaba desenchufado.
La comunicación, liberada del compromiso con el artificio se enfoca en lo esencial y, sobre todo, ¡logra mejores resultados! Pero lo más importante: construye la confianza necesaria entre personas y organizaciones para promover un espacio público sano, donde fluya la comunicación, se fortalezcan los vínculos y se desarrolle un sentido de comunidad más fecundo.
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