El camino del Cura Brochero parte desde Carreta Quemada y termina en la localidad de Traslasierra que lleva el nombre del santo. La versión tradicional, que se realiza en marzo en la provincia, pasa por la ciudad de Córdoba. Sin embargo, Patricia Russo (peregrina, montañista y exdirectora del jardín Mateo Molina, de La Falda) optó por una variante diferente.
Esta mujer de 62 años –llena de energía y optimismo– ya realizó dos veces el Camino de Santiago de Compostela, en España. Una vez que pisó territorio argentino, se dio cuenta de que ese recorrido tenía muchas coincidencias con el trayecto que une las localidades por las que pasó el Cura Brochero.
“Fue ahí cuando dije: ‘cómo no voy a hacer ese recorrido si está en mi provincia’. Y me largué”, cuenta.
Patricia ya había participado de otras peregrinaciones en el país, como la de Salta, y estaba en contacto con otros caminantes. Cuando comenzó a planificar su viaje, se enteró que otros peregrinos habían hecho el camino del Cura Brochero, partiendo de Carreta Quemada, pero pasando por Pilar, Córdoba.
“La peregrinación es un camino espiritual en el que uno va a agradecer. Siempre es aconsejable hacerla por espacios naturales, por eso me entusiasmó la idea de hacer la variante, pasar por Villa del Rosario y Pilar”, relata.
Primeros pasos
El primer contacto que Patricia tuvo con esta “variante” del camino tradicional fue con Verónica Cerutti, directora del Área de Turismo de la Municipalidad de Santa Rosa de Río Primero. A su vez, ella la contactó con Maricel Baigorria, una entrenadora de ciclismo de Villa del Rosario que la acompañó en todo el recorrido.
“Creo que las localidades del departamento Río Segundo tienen todo para potenciar, sobre todo en la señalización de los caminos. Los que venimos de una experiencia como el Camino de Santiago, donde todo está muy pensado, quizás se pueda mejorar eso en Córdoba, pero las condiciones están. Es un ir y venir en donde vos necesitas un servicio y un acompañamiento”.
Llegar hasta el paraje Carreta Quemada, el lugar donde se crió José Gabriel del Rosario Brochero, fue todo un desafío. “Cuando me contacté con Maricel Baigorria, ella se puso a disposición. Me acompañó en todo momento. Así pude llegar a la estancia donde el curita vivió en su infancia”.
Con la ayuda de la familia de Maricel, Pato pudo llegar hasta Carreta Quemada y recorrer 14 kilómetros caminando hasta Santa Rosa de Río Primero. “Ahí me estaban esperando los medios de comunicación. Fue una emoción muy grande”.
Abriéndose camino
A través del contacto con otros peregrinos que habían hecho esta variante (y la ayuda de Maricel), Pato pudo continuar su camino. El segundo día recorrió 28 kilómetros hasta Río Primero, el tercero otros 28 más hasta Villa del Rosario y luego 35 kilómetros más hasta Pilar. 105 kilómetros en total.
“Nunca me imaginé tanto cariño. La gente me esperaba, me llamaba y me ayudaba cuando no sabía qué camino tomar”, cuenta.
Pato iba bordeando la ruta y en otras ocasiones pasaba por senderos colaterales. “Creo que un aspecto a mejorar es la señalización de los caminos. A veces hay un espacio verde y amplio entre la ruta y el alambrado. Pero otras tantas eso falta y se podría mejorar”.
Cuando llegaba a cada localidad, alguien la esperaba. “Como no puedo comer harina ni lácteos, mi plan era llegar y salir a comprar al supermercado. Pero después de caminar tantos kilómetros, necesitaba sentarme y descansar al menos dos horas para recuperarme. Eso no fue una dificultad porque siempre alguien me esperaba”.
Montañista, caminante y apasionada, Pato reveló que cuando comenzó con esta aventura no sabía qué le depararía el destino. Pensó en llegar hasta Carrera Quemada, en caminar unos kilómetros y volverse, en el peor de los casos. Pero la experiencia fue satisfactoria.
Segundo y último tramo
Al llegar a Pilar, Patricia cuenta que la municipalidad la estaba esperando y que le facilitó alojamiento y comida.
Luego, el plan era llegar hasta el Observatorio de Bosque Alegre y dormir en unas habitaciones que están en el lugar, pasar por los Puentes Colgantes y atravesar la hermosa Copina con sus cascadas. Sin embargo, la peregrina se encontró con que el albergue del observatorio no está abierto al público. “Sería bueno que ese espacio se considere para peregrinos”, sugirió.
Entonces activó el plan B recomendado por sus amigos del Club Andino Córdoba. Patricia se trasladó en colectivo hasta Córdoba capital. De allí tomó otro bus que la dejó en el Parador el Cóndor. De allí, comenzó a caminar por las Altas Cumbres descendiendo por Giulio Césare. Con el tiempo bastante acotado, llegó al refugio que está un kilómetro después del cuarto monolito. Al día siguiente, bajó hasta la iglesia de Cura Brochero.
Si bien Patricia sabía que la mayor parte de las caminatas se hacen en marzo, ella decidió hacerlo en mayo. En el camino se fue encontrando con hallazgos (como sus compañeros de ruta en Villa del Rosario) y cosas para mejorar.
“Una vez un ciclista me dijo algo que me marcó para siempre. Cuando uno peregrina, el camino te envuelve. Llega un momento en el que disminuís la velocidad, dejas de medir el tiempo de llegada y lo reemplazas por experiencias espirituales conmovedoras”.
Recordando sus días de maestra jardinera, Pato califica su experiencia con un excelente. “Incluso por momentos, el camino se me hacía más largo, pero prioricé las cuestiones humanas. Siempre había alguien que me esperaba, alguien me acompañaba. Para el peregrino, eso no es poco”, cuenta emocionada.
Ella sostiene que el mayor aporte que puede hacer un peregrino es dejarle datos para el que sigue. Allanar el camino espiritual.
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