Un reciente estudio del Ministerio de Trabajo titulado “Las Mujeres en el Mundo del Trabajo” echa luz sobre algunos otros aspectos salientes del trabajo femenino. Según esta fuente, entre los trabajadores asalariados formales en la Argentina se observa que:
- Los varones tienen un salario promedio de $17 mil mensuales mientras que las mujeres de $13,5 mil, o sea, un 21% menor.
- Los varones trabajan 42 horas semanales en promedio mientras que las mujeres lo hacen 32 horas semanales.
- Esto implica que en términos de salario horario, los varones obtienen $101 por hora mientras que las mujeres $104 por hora, o sea, un 3% mayor.
Estos datos muestran que los varones obtienen mayores remuneraciones totales que las mujeres porque tienen una mayor dedicación al trabajo remunerado. Sin embargo, cuando se mide en términos de horas, las mujeres tienen un salario horario mayor. Resulta muy sugerente que en el mercado informal, donde las relaciones laborales no están reguladas, también se observe el mismo fenómeno. Las mujeres tienen mayor salario horario que los varones, pero como trabajan menos horas la remuneración total termina siendo inferior.
En el estudio también se señala que el 90% de las mujeres realiza tareas domésticas no remuneradas y a ello dedican más de 6 horas diarias. Entre los varones, apenas un 60% realiza tareas doméstica no remuneradas y lo hacen por un lapso de 3 horas diarias.
Semejante desproporción en la asignación de tareas domésticas incide en las posibilidades de dedicarse al trabajo remunerado. Que en la mayoría de los hogares se tome como natural que las mujeres sean las responsables principales de las tareas domésticas, especialmente del cuidado de niños y ancianos, condiciona su inserción laboral. Esto se refleja en una menor proporción de mujeres con trabajo remunerado (entre los mayores de 15 años, el 72% de los varones trabaja mientras sólo el 48% de las mujeres lo hace) y las que se insertan lo hacen con una dedicación horaria sustancialmente menor.
Estas evidencias sugieren que la discriminación no se origina en el mercado de trabajo sino en la organización familiar. Asignar la mayor parte de las responsabilidades domésticas y el cuidado de los hijos a las mujeres condiciona sus posibilidades de inserción y progreso laboral. Aunque cambios en las regulaciones laborales atenuando los tratamientos diferentes por género pueden ayudar, la equidad de género depende de un cambio cultural. La clave es lograr que en la organización de las familias haya una distribución más equilibrada de las responsabilidades domésticas y que en los ámbitos de trabajo se asuma que los varones también tienen obligaciones en el hogar.
Fuente: Idesa - Informe aquí.
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